miércoles, 16 de enero de 2013

Antonio Pérez Guerrero "EL SEVILLANO"



FLAMENCO

Antonio Pérez Guerrero


"EL SEVILLANO"


ANTONIO PÉREZ GUERRERO, cantaor payo, más conocido por el nombre artístico de EL SEVILLANO, nació en Sevilla en el año de 1909 dónde murió en 1989. Se destaco por sus fandangos personales y creativos dándose a conocer en el mundo del flamenco por los fandangos del Sevillano, que fue lo que más cantó por su grandeza de expresarlos, junto a las bulerías, tangos de Triana también con mucho éxito en su mejor época.

Vivió en Alcalá de Guadaira desde los nueve años hasta que hizo el servicio militar, y allí aprendió a cantar junto a Joaquín el de la Paula, a quien consideraba su único maestro. Profesionalmente se inició en las reuniones de aficionados de la Alameda de Hércules, según él mismo nos cuenta, según sus relatos había siempre ocho o diez cantaores, otras tantas bailaoras y cuatro o cinco guitarristas. Y había que cantar con tos, que ésa era la gracia. Y tirarse de fiesta toa la noche. Y el día. Y te daban cuatro o cinco duros y con eso tenías que vivir". Sobre sus fandangos manifestaba: "Yo hago tos los cantes y conozco tos los cantes. Aunque parece que lo que más ha quedao han sío mis fandangos. En mis fandangos lo difícil esté en el final.  Hay que recortar, y decirlo tó en un momento. Mi cante es recortao, no se puede alargar

De sus fandangos hizo muchas grabaciones, como de sus bulerias  y otros muchos cantes más, Con el fandango de su creación tuvo mucho éxito e hizo fortuna, y fue lo que más cantó en toda su carrera, junto a las bulerías, recorriendo toda la biografía española. A los árabes les gustaban muchos sus fandangos recortados a estilo árabes del norte de Marruecos, donde solía ir mucho por su apreciación y acogida en los teatros.
-El Arte de vivir el Flamenco-
Se ha rectificado el lugar dónde murió Antonio Perez Guerrero según la aportación de Don José Muñoz

El Sevillano, un centenario olvidado 
El 15 de abril de 1909 nació en la calle Macasta, detrás de la muralla macarena, Antonio Pérez Guerrero, El Sevillano, uno de los cantaores más personales de la historia del flamenco. Ayer, por tanto, fue su centenario. Pero su inmensurable torrente de voz no ha tenido eco en su tierra. Sólo la Universidad Pablo de Olavide tiene programado, hasta la fecha, un curso de verano en Carmona para rememorar su figura. Porque todos los honores serán este año para otros dos genios centenarios: Manolo Caracol y Antonio Mairena. El Sevillano, que alcanzó la gloria a partir de 1935 por mor de un estilo de fandango propio que ha legado al repertorio clásico del cante, fraguó su queja jonda en el barrio de San Julián escuchando los lamentos del Carbonerillo, Pepe Pinto y el Colorao, entre otras figuras de la época. Pero su estilo terminó de tomar esencia propia cuando se trasladó a Alcalá de Guadaíra, donde precisamente le pusieron el apodo, El Sevillano, con el que conquistó los escenarios. Cuando Antonio se instaló en la capital de los panaderos, con tan sólo nueve años, era ya conocido, sin embargo, por otra faceta también olvidada hoy: sus cualidades futbolísticas. De hecho, jugó como carrilero diestro en el Betis durante la década de los veinte. Su nombre balompédico fue Pérez. Pero el servicio militar frustró su carrera deportiva y a partir de entonces, El Sevillano, que podía presumir de haberle marcado al Sevilla en La Enramadilla, donde jugó junto a históricos como Papa Jones y Artola, decidió consagrar su vida al flamenco. No en vano, en Alcalá había conocido a Joaquín al de la Paula, gitano medular que nos dejó en herencia los estilos por soleá que hoy se atribuyen a esta localidad sevillana. Y para Antonio Pérez Guerrero no hubo más maestro en su vida que el legendario cantaor alcalareño. Sin embargo, sus comienzos profesionales se produjeron en Sevilla, muy cerca de la calle en la que había nacido: La Alameda de Hércules. «Entonces en La Europa había siempre ocho o diez cantaores, otras tantas bailaoras y cuatro o cinco guitarristas. Y había que cantar con todos, que ésa era la gracia. Y tirarse de fiesta toa la noche. Y el día. Y te daban cuatro o cinco duros y con eso tenías que vivir», reconocía él mismo. Su repertorio fue muy amplio, pero Antonio Mairena lo definió como «una de las primeras figuras entre los fandangueros egregios», lo que sirvió para encasillar definitivamente a El Sevillano como genio del fandango, obviando sus insoslayables cualidades como cantaor festero. No hay que olvidar que Antonio metió por bulerías decenas de coplas de autores como Rafael de León o Salvador Valverde, entre otros muchos, y que creó escuela propia en los cantes de compás con tercios como «El tío de las castañas». Además, su manera tan distinta de acometer la soleá de Alcalá invita a pensar que su versión es la más cercana a la original de Joaquín el de la Paula y que Antonio Mairena pudo haberle añadido mucho de su cosecha al estilo que conocemos hoy. Pero el leve recuerdo que queda de su legado está dirigido exclusivamente hacia su magisterio como fandanguero. Tal vez por esa razón, él mismo hablaba de este tema tratando de aclarar que no era un simple fandanguillero: «Yo hago todos los cantes y los conozco todos. Aunque parece que lo que más ha quedao han sío mis fandangos. En mis fandangos tal vez lo difícil esté en el final. Es una cosa de velocidad. Hay que recortar, y decirlo tó en un momento. Mi cante es recortao, no se puede alargar. Efectivamente yo he tenío pocos imitadores de mis cantes, pienso que porque no podrán, por esa dificultad que he dicho» Su discografía es muy extensa, sobre todo junto al guitarrista Niño Ricardo, y en ella da muestras de su amplio dominio de los cantes, pues aunque el 80 por ciento de sus grabaciones son de fandangos y bulerías, también hay cortes de alegrías, farrucas, estilos de ida y vuelta y soleá. Pero casi toda su obra está descatalogada. Como su memoria. Porque Antonio Pérez Guerrero es otro maestro desdeñado en esta tierra de los olvidos a la que, ahora más que nunca, habría que cantarle uno de aquellos fandangos que él mismo escribió: «Con un bien se paga, / tú no debes de olvidar / que un mal, con un bien se paga. / Con eso demostrarás / que la mentira se acaba / cuando llega la verdad». Él nos paga con un bien incalculable: su cante.
POR ALBERTO GARCÍA REYES. ABC Antonio El Sevillano, junto al guitarrista Manuel Serrapí, Niño RicardoJueves, 16-04-09

Centenario de 'El Sevillano'

Antonio el Sevillano, la grandeza del fandango

Cuando Antonio Mairena sentenció aquello de que era "un gran artista que, aunque no nacido en Alcalá, se le puede considerar oriundo y una de las primeras figuras entre los fandangueros egregios", pocos podían imaginar en la actualidad que aludiese a Antonio el Sevillano, compositor, cantaor de largo recorrido y, sobre todo, un ser entrañable que evidenció que para crear belleza es necesario instinto, intelecto y sentimiento
En estos términos hay que referirse a Antonio Pérez Guerrero, más conocido por El Sevillano y célebre cantaor que llegaría a ser presentado en la cartelera como 'El rey del fandango'.
No obstante, residió con su familia desde los nueve años en Alcalá de Guadaíra, de ahí que se ganara el remoquete de El Sevillano, hasta que se marchó para incorporarse a la milicia, lo que explica que aprendiera a cantar junto a Joaquín el de la Paula, con quien trabajó en 'El Descrédito', la caseta que el maestro alcalareño ponía en la feria de Mairena del Alcor, a más de conocer al mítico fandanguillero El Curilla o que conociera sus comienzos profesionales en la popular Venta de Platilla.Había nacido el 12 de abril de 1909 en el número 1 de la sevillana calle Macasta, en el mismísimo barrio de Santa Marina, muy cerca de la Alameda de Hércules, por más que gustara decir que era de La Macarena, donde tantas noches se le podía escuchar junto a la guitarra de Eduardo de la Malena.
Tras cumplir el servicio militar en Cádiz, El Sevillano se cultivó en los ambientes flamencos sevillanos, sobre todo en la Alameda de Hércules, hasta que en 1935 dejó el fútbol para recorrer con la compañía de Manuel Vallejo el territorio nacional. A partir de ahí, dedicó toda su vida a los espectáculos y a los tablaos madrileños hasta su retirada en la década de los setenta.
En el ecuador de los treinta y los albores de los cuarenta, Antonio copa el interés de los aficionados a través de sus fandangos y bulerías grabados con Niño Ricardo, momento en alza que compagina con los espectáculos, tal que en Cádiz, donde trabajó con La Niña de los Peines y Pericón, y en otro junto a Niño de Fregenal, Juanito Valderrama y Pepe Pinto. Ya en 1941 giró con el espectáculo '4 Faraones', junto a Manolo Caracol, Juanito Valderrama y Pepe Pinto, y al año siguiente hizo lo propio con Paco el Americano y Canalejas de Puerto Real, a más de cantar en Sevilla con El Peluso y el alcalareño Carlos Franco, y en Cádiz, con Manolo Caracol, Pepe Pinto y El Peluso.De ese tiempo recordemos que el año de la Guerra Civil, que le cogió en Murcia junto al guitarrista Esteban de Sanlúcar, actuó con Pepe Pinto, La Niña de los Peines, Niño de la Calzá y Niño de Barbate, para luego reaparecer el año 1939 en su ciudad natal compartiendo escenario con La Niña de los Peines, Pepe Pinto y Canalejas de Puerto Real.
El año 1943 regresó de nuevo a la compañía de Manuel Vallejo, así como a la de Niño de Fregenal y El Peluso, para pasar luego al espectáculo 'Aragón y Andalucía', con La Niña de La Puebla y Jacinto Almadén, al que siguieron 'Pasan las coplas' (1947), junto a José Cepero, Paco el Americano y Pepe Marchena; 'Fantasía andaluza' (1948), con El Niño de la Huerta y José Cepero; 'Cantares'; 'El sentir de la copla', encabezado por Manuel Vallejo, y 'Arco Iris', entre 1949 y 1951, así como 'Toros y cante' (1951), con el Niño de la Huerta y La Niña de La Puebla.
En el decenio de los sesenta, El Sevillano vuelve de nuevo con Pepe Marchena, con quien, además de Porrinas de Badajoz y Gracia de Triana, formó en 'Alarde flamenco' en un año, 1964, en que grabó por vez primera con Paco de Lucía -la segunda sería en 1967-, al que siguieron al año siguiente otros espectáculos como 'Los duendes del fandango', con Gordito de Triana, y 'Solera', con Porrina de Badajoz, o su presencia junto a La Niña de Antequera en 'Andalucía canta' y 'Tablao flamenco', ambos en 1967.Manolo Caracol lo reclama de nuevo para figurar, entre 1955 y 1957, en los espectáculos 'Herencia de arte' y 'Arte español', lo que no quita para que en 1957 apareciera, igualmente, en 'Ruiseñores de Hueva', ya que dominaba con justeza los fandangos de Antonio Rengel, José Rebollo e incluso el de Santa Bárbara, pasando ya en 1958 a compartir aplausos con Pepe Marchena, Manuel Centeno y La Niña de Antequera en el espectáculo 'Festival Nacional de Arte Andaluz', así como con ésta última en 'Mensaje andaluz' y 'Dueña del cante' (1959).
El Sevillano finaliza esta década con actuaciones en otras compañías junto a Luis Rueda y Manolo el Malagueño en el periodo 1968-70, tiempo en que los bolos marcan su decadencia a favor de los tablaos, lo que explica que a partir de 1971 actuara en Madrid en locales como El Corral de la Morería, Las Cuevas de Nemesio, Los Canasteros y, de nuevo, en El Corral de la Morería.
Conocida su muerte, acaecida el 14 de febrero de 1989 tras una larga enfermedad, llegaron, como siempre ocurre, los reconocimientos, tal que la inauguración el 27 de octubre de 1989 del monumento emplazado en la calle Amatista, en la barriada sevillana Las Avenidas donde vivió los últimos años de su vida, en un día intempestivo y de lluvia incesante, y al que no acudieron más que su viuda, Eduvigis Martín Legaza, Lolita Valderrama y un puñado de fieles amigos, o el ulterior festival homenaje al día siguiente, en el que, también como pasa siempre, las figuras de nombre se cayeron del cartel.El reconocimiento como artista y como persona siempre lo tuvo tanto en Sevilla como en Alcalá de Guadaíra, porque si en noviembre de 1985 recibió el cariño de Tomares y después, el 16 de octubre de 1987,la peña Torres Macarena le recaudó veinte mil duros mientras estaba internado en el Hospital Universitario de Sevilla, la afición alcalareña le rindió homenaje el 20 de noviembre de 1987, en el Teatro Gutiérrez de Alba, merced a Juan Valderrama, que fue el promotor del mismo.
elmundo.es


Antonio Perez El Sevillano con Felix de Utrera por Fandangos
Antonio Perez El Sevillano con Perico de Sevilla por Farruca
Antonio Perez El Sevillano con Felix de Utrera por Bulerías
Antonio Perez El Sevillano con Felix de Utrera por Malagueñas
Antonio Perez El Sevillano con Felix de Utrera por Alegrías
Antonio Perez  por Fandangos
Antonio Perez  por Fandangos con Félix de Utrera a la guitarra


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3 comentarios:

A las 17 de enero de 2013, 1:08 , Blogger Manuel Campos ha dicho...

Gracias Pepe Muñoz. Con tus aportaciones contribuyes a que todos los datos sean los más exactos posibles.
Saludos flamencos.

 
A las 14 de febrero de 2013, 16:37 , Blogger Unknown ha dicho...

De este hombre a sus 14 años de fallecimiento solo queda decir que fue entre los mas grandes el mejor, y que Dios lo tenga en la gloria que cantaores como él ya nunca mas naceran.

 
A las 17 de febrero de 2013, 2:04 , Blogger Manuel Campos ha dicho...

Gracias por tu comentario Francisco Bernal. Es verdad, éste fué un fenómeno difícilmente repetible. Salud.

 

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