miércoles, 25 de septiembre de 2013

Manuel Rodríguez García "MANUEL CAGANCHO"


FLAMENCO

Manuel Rodríguez García


"MANUEL CAGANCHO"

 
MANUEL RODRÍGUEZ GARCÍA, cantaor de la más pura raza gitana, más conocido por  MANUEL CAGANCHO, nació en el barrio de Triana (Sevilla) en el año 1846 y murió en su Triana haya por el principio del siglo XX,  sin embargo se desconoce su fecha de fallecimiento, Forma parte de la revolución de los cantes Trianeros, junto a los Pelaos o de Frasco el Colorao. Estébanez Calderón lo menciona con la fiesta de su Baile en Triana como uno de los más importantes cantaores de la época.
 
Aunque siendo uno de los más grandes, cantaores que se conoció en Triana, poco más se sabe de él, como dato muy importante que creó varios estilos por seguiriyas, que gracias a las compañías de grabación se le pudo dejar grabado unos cantes en discos de cera, por seguiriyas y solea, que tengo el honor de poner como homenaje para recordar su forma cantaora. 

También fue muy conocido por el cante por seguiryas,  de reniego de mi sino, que Tomás Pavón, saco la más pura esencia de esa letra, como algunos cantes más trianeros
-El arte de vivir el flamenco-

Manuel Cagancho (1)


            Manuel Rodríguez García, herrero como toda su estirpe, nació, según datos publicados y repetidos, en la Cava Nueva número 20, el año 1846 en su día muy señalaito, el 26 de julio, día de la Patrona Santa Ana, algo de lo que suponemos presumiría toda su vida. Hijo de Antonio Rodríguez Moreno, primer Cagancho, y de María de la Concepción; asentemos el nombre de sus abuelos paternos: Manuel Rodríguez y Rita Moreno. Casó con María Vargas Flores con la que tuvo a su hijo Joaquín en 1871.
            Quien mejor conoció a este Cagancho, hombre y cantaor, fue su pariente Fernando el de Triana: “Manuel era un hombre noble y honrado a carta cabal y tenía a quien salir, pues me consta que tanto el padre como el hijo murieron sin tener una pelea y no saber lo que hay de las puertas de la cárcel para adentro. Cosa rara, ¿no es verdad?, pues así era, aunque su aspecto parecía decir lo contrario”. Y lo retrata: “Era un gitano cobrizo, de ojazos reventones y pómulos salientes, pero de una simpatía y una modestia que lo hacían acreedor de ser distinguido por todas las personas que tenían la suerte de tratarlo; y luego cuando salía cantando con aquella voz machuna de temple brusco y de gran potencia, esforzando las notas más y más hasta coronar los cantes, daba una sensación de tragedia por el gesto realizado; y para qué decir que presencié muchas veces que al terminar los cantes de este gitano de pura raza, los otros gitanos que le acompañaban y muchos gachés que por fuera le escuchaban, pagaban su arrebatador delirio con romperse la ropa y echar por alto todos los cacharros que tenían por delante. Esto era la compensación de aquella obra magna e inimitable. Cuando más solía ocurrir el destrozarse la ropa  de entusiasmo, era al cantar el gran Manuel esta seguiriya: Al Señor de la insinia/ le ayuno los viernes,/ porque me ponga al pare de mi arma/ donde yo lo viere. Esto no había -continúa Fernando- quien fuera capaz de escucharlo sin estremecerse y experimentar una sacudida de nervios que sólo con el vino se aplacaba”.
            Y aunque fuera difícil verlo fuera de Triana, sólo pasaba el puente para ir al Baratillo a vender su producción herrera, Fernando el de Triana nos dejó una anécdota del señor Manuel Cagancho que tuvo como protagonista a un niño insomne de un pueblo cercano al que el cantaor dejófrito dedicándole la nanarroro. Esta historia que tuvo su repercusión en Sevilla, la amplía Pepe el de la Matrona en sus recuerdos, señalando que unos amigos trianeros, concejales del Ayuntamiento, lo llevaron a un bautizo a “Villanueva la Riscal” (así lo reproduce Ortiz Nuevo) y el niño con su llanto no lo dejaba cantar; se acercó a la criatura, le cantó una nana y lo durmió. Así que cuando un niño en Sevilla no paraba de llorar se decía: “Van a tener que llamar a Cagancho”.
            ¿No estuvieron los Cagancho nunca presos? Leamos lo que monta Núñez del Prado. Asegura el polémico escritor que Manuel conoció la cárcel y que cantando carceleras su voz era como una serpiente de hierro. Y añade que le gustaba cantar esta toná: Me sacan del calabozo/ me llevan a otro más malo/ donde no se diquilaban/ ni los deitos de las manos. Y sobre circunstancia tan especial Saavedra Fajardo concreta y crea la polémica: “Tío Antonio y su hijo Manuel Cagancho, cantaores excepcionales de tonás y seguiriyas, dio la casualidad que por cualquier asunto de la justicia fueron recluidos en el penal de Belén de Granada. La prisión establecida por rara ironía en un antiguo convento, estuvo situada en la calle Molinos. Cantaban estos gitanos de manera asombrosa aquello de Ni el color de la albahaca,/ ni la frescura del río,/ templan el fuego que tengo/ en el corazón metío. El alcalde de la cárcel recibía continuas recomendaciones para que dejasen libre por unas horas a los dos gitanos, en continuas llegadas de turistas de relieve. Y así se les concedía licencia especial para salir a cantar al Hotel Siete Suelos, y tras dejar oír el misterio jondo de sus cantes, volvían a ser encerrados en el bien custodiado penal hasta otra llegada de turistas notables”. Pues a pesar de estos prolijos detalles que Félix Grande transcribe en “Retablo Flamenco” (Peña flamenca de Córdoba, 1977), Fernando el de Triana, que conocía (y quería) bien a los Caganchos, niega –ya lo hemos visto- que tuvieran nunca problema con la justicia, y nada tiene que ver con la delicada cuestión que Manuel cantara también esta letra: Cuando llegó la justicia/ y mi casa registró/ mi compañera llorando/ y yo metío en el colchón.

Ángel Vela Nieto. 
Del libro “Triana, la otra orilla del flamenco”.

Manuel Cagancho (y 2)


            Pero es el reniego, en el decir de los entendidos, la bandera de su cante: Reniego de mi sino/ como reniego de la horita, mare,/ que te he conosío. El crítico Manuel Bohórquez otorga a Tomás Pavón el mérito de la creación de este cante, entre otras razones porque no cree “que ninguno de los Cagancho cantaran ni la mitad de bien de lo que lo hacía el benjamín de los Pavón”.  Nos extrañó la razón de nuestro admirado amigo cuando estamos ante quien ha sido reconocido, por quienes lo escucharon (Fernando el de Triana uno de ellos), como un consumado seguiriyero y emocionante intérprete de los cantes de fragua, uno de los grandes maestros de la primera historia del flamenco.
            “El señor Manuel Cagancho, principal miembro de una egregia familia cantaora, puede asumir la representación por excelencia del cante de Triana. Por coincidir su apogeo con la primera mitad del siglo XIX, época en la que se estimaba, poco o nada, el arte flamenco, son muy escasos los nombres que han llegado a nosotros; el señor Manuel Cagancho es uno de ellos” (Ricardo Molina).
            De este Cagancho nos quedó su voz grabada en 1899 en el “Café de la Marina” propiciada por técnicos madrileños; sólo unos minutos donde se aprecia una voz rancia, desubicada de lugar y tiempo. José Blas Vega no disimula su decepción, “atendiendo a la leyenda cantaora de esta familia”. Sabía el ilustre estudioso, quizás el más sabio en este campo por lo que vivió y leyó dentro y fuera de su librería anticuaria, que pocos cantaores y cantaoras de aquellos años, si hubo alguno, dieron su medida ante las frías circunstancias de premura y técnica. Y como ejemplo nos remitimos al mito de los mitos, Manuel Torre, en sus alabados “Campanilleros”, cante que grabó en 1929, o en la mayoría de los discos que se conservan de él. En el primer caso resulta un tormento para los oídos. Los duendes tenían prohibida la entrada a aquellos añejos e improvisados cuartos de grabaciones.
            El señor Manuel Cagancho no se prodigó mucho fuera de su ámbito; sin embargo, su amistad con personajes como Caracol, padre, le llevó a participar en alguna fiesta fuera de la Cava. La primera seguiriya que se canta (Juan Talega) en “Rito y geografía del cante”, el mejor programa de flamenco de la historia de la televisión, es de Manuel Cagancho. Se suele destacar su seguiriya de cambio, larga y grande, “titánica”, como la cataloga Romualdo Molina, la conocida como “el sermón de Manuel Cagancho”, la que Naranjito de Triana interpreta con su consabida maestría… Santana repica/ llamando al sermón,/ como doblaban en la horita mala/ que a mí me dejó. Hay que apuntar que un personaje trianero del mundo artístico, Eduardo Durán, apodado El Gitano Poeta, le contó al mencionado Naranjito en Barcelona que “Cagancho paraba en la plazuela de Santa Ana y allí bebía su vino en una botella mientras escuchaba las campanas de la iglesia llamando al sermón, que era un toque especial y, luego, el canto del cura que le gustaba mucho; estas músicas le inspiró su famoso sermón”. Por cierto que tiene otro remate, éste: …como predica un pare gitano/ tengo que di yo.
            Y vamos con los casi infalibles registros de los padrones. Sabemos que en 1865, Manuel, hijo de Antonio Rodríguez Moreno, tenía 15 años, viviendo entonces la familia en la calle Verbena, 53, entre herreros de notables estirpes; tenía un hermano menor, Juan, de 8 años, y dos hermanas, Francisca y Encarnación, de 18 y 12 años. 
            En 1875 vivía Manuel Rodríguez García, de 28 años (los desajustes en las edades es habitual en los padrones), en la casa número 80 de la misma calle Verbena (Rodrigo de Triana), arropado por otros familiares herreros como él. Tiene dos hijas, Concepción y Josefa, de 9 y 2 años respectivamente, y un varón, Joaquín, que cumplía 4 años. Y veamos los datos de dos padrones “modernos”, el de 1900 y 1902. En el primero está empadronado en la calle Tulipán, número 7, breve curso de herreros consanguíneos; se anota que tiene 50 años y viven con él dos hijos: Antonio, de 26 y Manuel de 22 años (debió emanciparse muy pronto Joaquín, el padre del torero). Y en el censo vecinal de 1902 está asentado en el 108 de Pagés del Corro (tanta mudanza da la impresión de que este Cagancho no se llevaba bien con los caseros), convivía con su mujer, Juana Vargas, y un hijo, Manuel, de 24 años.
            Señalemos por último que en 1900 su hija Concepción vive en el número 21 de la calle Puerto, casa de herreros, donde también estaba domiciliado un hijo (José) de Juan El Pelao.

Ángel Vela Nieto.
 Del libro “Triana, la otra orilla del flamenco”.  

Pinchar los siguientes enlaces para escuchar sus cantes:

Manuel Cagancho por Soleá

Manuel Cagancho por Seguiriyas


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