Manuel Torre el “cantaó”
FLAMENCO
Manuel Torre el “cantaó”
Manuel Bohórquez
Llevamos doscientos años discutiendo sobre lo que es un cantaor de flamenco, su diferencia con un cantante, sobre lo que es el cante jondo y el cante flamenco, sobre lo gitano y lo andaluz, sobre el cante de pellizco y la suave caricia en el alma. Para algunos, como Caballero Bonald, Silverio y Chacón eran dos “copleros”. En el caso de Silverio, José Ortega Morales, uno de los hijos del gran Enrique Ortega de Cádiz, dijo en una entrevista hecha en 1922 que el sevillano fue el más largo por seguiriyas, según le aseguró su propio padre, que cantó muchas veces con él. Y en cuanto a Chacón, solo un desorientado puede decir que no era tan flamenco como cualquiera de los de su generación. Silverio Franconetti fue quizás el primer cantaor que se puso “artista” en los documentos oficiales. Lo hizo ya cuando se casó en Málaga, en 1868. Y lo volvió a hacer cuando en los 70 se empadronó en Sevilla, en la Alameda de Hércules. El de la Alfalfa fue un auténtico adelantado en cuanto a la dignificación del cantaor de flamenco, como en tantas otras cosas relacionadas con el arte. En el siglo XIX los cantaores aparecían siempre como tablajeros, herreros, alfareros o jornaleros, que eran sus verdaderos oficios. De esta manera rezan en los padrones figuras históricas como el Planeta, el Fillo, Curro Durse, el Nitri o Francisco la Perla. El gran cantaor jerezano Manuel Soto Loreto, Manuel Torre (Jerez de la Frontera,1880-Sevilla, 1933), se dejó ver por Sevilla la primera vez apenas comenzaba el siglo XX. Los cafés cantantes de más solera, como fueron los de El Burrero y Silverio, se habían clausurado ya y el Salón Novedades era la mejor plaza para torear a compás y con jondura. Manuel vino a cantar al célebre salón de la Campana y lo hizo acompañado de Antonia la Gamba, su amante, de Cádiz y catorce años mayor que él. La bailaora le dijo que había que empadronarse, y cuando rellenaban la hoja del censo le preguntó el responsable del Ayuntamiento:
-¿Usted en qué trabaja, don Manuel Soto?
-Yo soy cantaó -le respondió el gitano de Jerez.
-¿Artista?
-No; cantaó.
-¿Cantante?
-Le he dicho que no. El cantante es mi paisano Chacón. Yo soy cantaó por to lo jondo.
En efecto, don Antonio Chacón aparece empadronado como “cantante” en un censo sevillano de algunos años antes. Tras una agria discusión entre Manuel y el encargado de rellenar la hoja, y ante el asombro de la Gamba, éste escribió la palabra cantaó en la casilla del oficio del sobrino de Joaquín Lacherna, siendo la primera vez que en Sevilla se reconocía en el Padrón el noble oficio del cante con la denominación laboral cantaó. Que sepamos, claro, porque todavía hay mucho que investigar para llegar a conclusiones certeras. Manuel Torre llegó a Sevilla comenzando el siglo XX y ya no se fue de la capital andaluza. Murió en 1933, en la miseria, como era habitual en aquellos tiempos. No sin dejar una huella imborrable en la historia del cante gitano. Siempre tuvo claro, según el documento que hoy comentamos, que era “cantaor” y no “cantante”. Así quiso que rezara en el Padrón Municipal de Sevilla, quizás sin saber la importancia que le daríamos al hecho ciento doce años después, cuando del Torre no se conservan ni sus huesos. Pero ahí están sus discos.
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