Recordando: LA GRAN AFICIÓN E HISTORIA DE EXTREMADURA CON EL CANTE FLAMENCO Importancia y matices: LA SENSIBILIDAD QUE HA DE TENER EL GUITARRISTA CUANDO ACOMPAÑA PARA CANTAR
FLAMENCO
Recordando:
LA GRAN AFICIÓN E
HISTORIA
DE EXTREMADURA CON EL
CANTE FLAMENCO
Importancia y matices:
LA SENSIBILIDAD QUE HA DE
TENER EL GUITARRISTA
CUANDO ACOMPAÑA PARA
CANTAR
Los meses de abril y mayo
de 1971, se celebró en las provincias de Cáceres, Badajoz y Huelva
el concurso de cante “La Vida Color Butano”, en el que participé
como guitarrista. Cada día participaban 10 cantaores en cada uno de
los pueblos, y el ganador entraba en las semifinales celebradas en
Mérida. Después de dos días de lucha por pasar a la gran final,
ésta se celebró el 30 de mayo de 1971.
El 1 de junio de 1971, el
diario “Hoy”, a toda página y con grandes titulares, anunciaba:
“Badajoz vibró en la final del concurso La Vida Color Butano.
El auditorio registró el mayor lleno conocido para presenciar este
magno acontecimiento”. El primer premio, que era impensable para
esas fechas, consistía en cien mil pesetas, contrato de un mes en
uno de los mejores tablaos de Madrid y la grabación de un disco.
En esa época, yo tenía
una gran amistad con Antonio Mairena, y pensé que sería magnífico
que, para darle más categoría al concurso, se le podía invitar
para asesorar al jurado y que el premio fuese a manos del que mejor
cantase. A la organización le pareció muy bien y nos encontramos
con un día memorable en el que se juntaron Antonio Mairena, Porrinas
de Badajoz y el Moro.
Con la guitarra de
Antonio Arenas se pudo saborear el arte personalísimo de dos
cantaores de la tierra y uno venido de Los Alcores. Por la noche se
celebró una gran fiesta para cerrar un gran acontecimiento flamenco
que duró dos meses y que había recorrido Huelva y Extremadura.
El ganador fue Cándido
Barquero, de Quintana de la Serena. He querido dar a conocer esta
página de la historia del flamenco por dos motivos: por ser
Extremadura donde se escribió, y por estar celebrándose el
centenario de Antonio Mairena, partícipe de este trocito de historia
de la Extremadura flamenca.
Aunque en mi libro “Mis
Recuerdos de Antonio Mairena” expreso lo más importante que puedo
aportar sobre su arte y su persona, aquí expondré una parcela
diferente: ¿Qué acompañamiento de guitarra le gustaba a Antonio
Mairena?
La respuesta es muy
sencilla: si su forma de cantar es seria, exquisita y profunda, le
exige a la guitarra que se acerque lo más posible a esos principios.
En el cante por soleares,
por ejemplo, Antonio tenía un aire o soniquete que se basa en los de
Manuel Torre y los grandes maestros de la época, estando el secreto
en la acentuación de los golpes o pulsos.
Una gran mayoría de
aficionados saben que la soleá se marca con doce golpes, pero la
diferencia que hace que suene más o menos flamenca está en dónde
se pongan los acentos fuertes y dónde las partes débiles. La
música, si no existiesen los diferentes acentos, sería lineal y
monótona.
La soleá se puede
acentuar de varias maneras posibles, por eso una misma melodía de
cante puede ser muy diferente en dos cantaores cuya técnica de
marcar sea distinta.
Antonio usaba dos
técnicas casi iguales. En la mayoría de las ocasiones era de la
siguiente manera:
Acentos fuertes:
1-2-3-7-8-10.
Acentos débiles:
4-5-6-9-1-2 (este 1-2 serían el 11 y 12).
En poquísimas ocasiones
cambiaba el 6 por el 7, resultando el 6 fuerte y el 7 débil. Este
ritmo es menos flamenco que el primero.
Cuando se compara el
soniquete de la soleá con este aire con otra diferente, se puede
comprender su importancia en el flamenco. Ya tenemos un motivo muy
importante para que Antonio prefiriera guitarras que acompañen con
este aire.
Otro motivo: las falsetas
o variaciones que sean cortas y profundas, y que los acordes no
modulen muy lejos del tono natural, es decir, que no se alejen de la
cadencia andaluza. Esto es lógico; si Antonio está buscándose para
dar la máxima expresión a un cante de Frijones y escucha en la
guitarra detalles de bossa nova, es lógico que no lo acepte, ya que
lo que está ocurriendo es que se están contando dos historias
diferentes. En el cante flamenco el cante fue lo primario y la
guitarra un añadido reciente. Ésta debe ponerse a su servicio para
enriquecer la unidad cante-guitarra y no desorientar ni desmotivar al
cantaor. Los grandes alardes y lejanas modulaciones tienen su sitio
en los conciertos de guitarra solista.
Antonio fue acompañado
por grandes tocaores especialistas en tocar para cantar, tales como
Manuel Morao, Parrilla o Enrique de Melchor entre otros. Pero con la
guitarra que más disfrutaba era con la de Melchor de Marchena, del
que me decía que era “el que más gitano había tocao”. También
quedó muy contento con las grabaciones que realizó con el Niño
Ricardo. Si alguien está interesado en comprobarlo, puede escuchar
“La Gran Historia del Cante Gitano-Andaluz”, con Antonio, Ricardo
y Melchor. Para el recuerdo queda el momento donde Ricardo y Melchor
acompañan juntos “El Romance del Conde Sol”. Éste es el aire
del que yo hablaba al principio; cante y guitarra contando la misma
historia. Un alma se refuerza si encuentra otra que se le parezca.
El maestro Paco de Lucía,
que sin duda es el artista que ha subido la guitarra a los altares,
cuando en 1974 compartió escenario en la Unión con Antonio en una
noche memorable por soleá y bulerías, aclaraba después lo
siguiente: “Yo pensé que debía tocar diferente, y sabiendo lo que
le gustaba a Antonio me acordé de Melchor de Marchena”. Esta
declaración honra a Paco.
Antonio me comunicaba por
carta lo siguiente: “Te mando el casete que grabaron de la
actuación con Paco de Lucía. Está tremenda. Sé que te gustará”.
Dejo para el final el
guitarrista que según comunicaban Antonio, Melchor y Andrés Segovia
había sido el más flamenco que habían escuchado: Manolo de Huelva.
Melchor me decía que era
diferente a todos. Tenía sus rarezas; si cuando estaba tocando en
una fiesta entraba algún guitarrista, dejaba de tocar o no hacía
falsetas, ya que no quería que lo copiaran. El pulgar, me comentaba
Melchor, era el más rápido y enérgico que había visto. En lo que
otro necesitaba hacer un “picao”, el lo hacía con el pulgar, y
terminaba diciéndome que era el mejor y que algunas cosas se las
pudo copiar.
Andrés Segovia, quizá
el genio más grande de la guitarra clásica, dejó escrito lo
siguiente: “Cuando escuchaba tocar y cantar flamenco no me gustaba
porque lo encontraba un arte inferior. Pero esa idea cambió cuando
me invitaron a una fiesta en Alcalá de Guadaira. Al cantaor lo
llamaban Manuel Torre, Niño de Jerez y al guitarrista Manolo
de Huelva. Cuando le escuché tocar, comprendí que eso si era
auténtico flamenco de alta categoría. Lo mismo me ocurrió con el
cantaor. No volví a escuchar nada igual”.
Sobre él, decía
Antonio: “Le conocí en una fiesta el 25 de julio de 1927, donde
canté con Manuel Torre y Juan Talegas por primera vez. Cuando
terminó la guerra trabajamos juntos durante 15 años. Como tocaor
para cantar ha sido un genio distinto con un corte de toque que hacía
sentir a las piedras”.
“Los mejores
guitarristas eran sus mayores admiradores: Javier Molina, Ricardo,
Sabicas, Miguel Borrul. Cantaores como Manuel Torre, Tomás Pavón y
su hermana Pastora siempre lo preferían. También era muy entendido
en cante”.
Para Antonio, el
guitarrista ideal para acompañarle sería uno que reuniera las
siguientes condiciones:
- Gran coeconocedor del cante.
- Tener un gran amor al flamenco para tratarlo con respeto y seriedad, buscando esos duendes ocultos que atesora.
- Tener esa sensibilidad artística para conocer en qué momento se pueden hacer más o menos falsetas para no interrumpir la fluidez lógica del cante. Si el cantaor está haciendo una gama de cantes de Alcalá, y entre letra y letra hay mucho espacio de guitarra, la unidad musical pierde riqueza e interés. Esto es importantísimo, y hoy se está perdiendo, pocos flamencos lo conocen.
- Tener una acentuación rítmica que la podríamos llamar de Andalucía la Baja.
Antonio me comentaba que
si no fuese cantaor, le hubiera gustado ser un buen guitarrista.
Juan
Antonio Muñoz Pacheco
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