Manuel Soto Monje "SORDERA DE JEREZ"
FLAMENCO
Manuel Soto Monje
"SORDERA DE JEREZ"
Patriarca de una larga familia del arte jondo jerezano, depositaria última de la herencia del mítico Francisco Valencia Paco la Luz. Por su parte la mujer de Sordera, Rafaela, pertenece a la familia de los Antúnez, la misma del Niño Gloria y sus hermanas. Varios hijos del matrimonio son profesionales del flamenco. El cantaor señala la trascendencia que, para el desarrollo del cante en familias como la suya y en colectividades como la gitana, tuvo hasta no hace mucho el que casi todos ellos vivieran en núcleos urbanos bien definidos -las antiguas gitanerías- como pudieron ser el barrio de Santiago en Jerez o Triana en Sevilla: "En la casa donde yo me crié habíamos siete u ocho mocitos y diez o doce mocitas. El Sordo Pipoño, que era hermano del abuelo de Chiquetete e hijo de una prima hermana de mi padre, tenía un varón y cuatro hembras, una de ellas la mujer de Terremoto. Esto mismo se repetía en la casa de más arriba y en la de enfrente. Al final, los mocitos y mocitas terminaban casándose y se mantenía esa crianza". Hoy esta situación ha variado, como consecuencia directa de la dispersión de las poblaciones de las gitanerías, y se ha perdido esa escuela natural de cante y baile.
En su adolescencia y primera juventud Sordera fue obrero en el campo, alternando este trabajo con las fiestas y reuniones de cante. En los tabancos, donde el vino era baratito, se hacía mucho cante. Él, de niño, se metía en aquellas reuniones a escuchar a los mayores, y era feliz si le mandaban a buscar tabaco; al mismo tiempo aprendía. Después del servicio militar ya se dedicó profesionalmente al cante, en los tablaos de Sevilla y de Madrid, cantando para bailar. Sordera es gran intérprete de todos los estilos considerados gitanos, en especial bulerías por soleá, bulerías, siguiriyas y soleares. Ha recibido, entre otros premios, el Nacional al Cante de la Cátedra de Jerez de 1983 y el Calle de Alcalá de 1994.
Manuel Soto Monje, es maestro en todos
los cantes de su tierra, paro brilla singularmente en los de la gama solearera.
En su familia hubo siempre quién cantara, desde aquel genial seguiriyero a
quien llamaban Paco la Luz, tío de su abuelo, padre de la Serrana y la Sorda. Me
contaba el propio Sordera: Yo empesé tendría yo trece años, empesé en Jerez, que
había dos cafes cantantes que a uno le desían la Moderna y a otro la Cepa de Oro.
Aprendí de allí del barrio, de escuchar, de que me habían criao en el ambiente ese,
que allí se cantaba y se bailaba na más, y es lo único que llegué a apreder. Y
entonces me metí allí a trabajar, y estuve trabajando un poco de tiempo, ganaba
tres duros, después me iba al campo".
Cuando no tenía nada en el campo se iba a las fiestas de Jerez, a las ventas, que
había dos o tres. Pero aquello estaba muy mal pagado. En una fiesta daban cinco o
diez duros. Así hasta que terminé la mili, cuando ya se lanzó de lleno a la vida de
artista, en Sevilla, en el tablao del Guajiro, y después en Madrid. Casi siempre en
la ingrata tarea de cantar para las bailaoras.
aquella primera época suya en Jerez, donde florecieron una serie de figuras formi-
dables, que dejaron un espléndido legado. "A mí me gusta mucho el gloria
cantando por bulerias, La Nochebuena de Jerez, las bulerías por Soleá y los
fandangos que cantaba el Gloria, que eran muy valientes y me gustaban mucho.
después escuché tos esos cantes del Morao, del Morao Grande, del padre de
Manuel el Pescaor. También escuche a Antonio la Peña".
Sordera se cree que el cante ha cambiado, que el cante no es como entonces, en
aquellos tiempos en que él aprendió a sentir y a vivir el flamenco: "Si la baraja de
cantaores que había hase cincuenta años levantaran los ojos ahora, podrían cantar
si acaso cuatro de todos los que habernos cantando. Y me meto yo en esa partía;
los demás nos teníamos que retirar del cante."
Y esto es así, según Sordera, porque la forma de cantar y la expresión de estas
jechuras de cantaores cree él que volverán a darse: "Haya tan pocos cantaores que
tengan corazón cantando, y si hay alguno no le hacen ni caso. De lo que yo escuché
todavía no he escuchao a ninguno que llegue al límite de aquellos hombres que nos
dejaron sus grabaciones de pizarra, imperfectas, pero que ahí están; escucha un
disco de algunos de aquellos hombres, escucha alguno de ahora, no hay punto, de
comparasión en la forma de cantar."
"EL DUENDE". Manuel Soto Sordera, gitano por los cuatro costados, cree que las
voces gitanas son las idóneas para el cante flamenco. Los quejíos, los lamentos
gitanos. Y está la presencia continua del duende: "Una cosa que se lleva dentro, eso
no lo conoce nadie, eso tiene que nasé de la persona. Mire usté , yo, hay veces que
salgo cantando y me salen las lágrimas. Muchas veces me pasa. Cuando yo me
siento agusto se me saltan las lágrimas cantando, porque le pongo el corasen.
Reconoce que en esa misteriosa cita, siempre incierta, con el duende, puede
que en cierto modo incluso perder el control sobre sí mismo: "Ahí ya no pienso yo
si estoy bien o estoy mal, sino que en momento lo que esoy cantando es una cosa
que siento, o que me pasa, una cosa mía, entonse ya no, no... El rasgarse la
vestiduras, el querer tirarse por una ventana, son reacciones del alto climax
flamenco, cuando el duende es el dueño.
Opiniones sobre EL SORDERA. " Su clara ralea gitana tiene en Jerez de la
Frontera genealogía de siglos. Es un gitano puro que supo echarle garlochí a la
vida y triunfar a repiques del alma, hacerse figura del cante que llevaba dentro
al son de una alquimia afervescente - y no química, sino racial-que le pone en
trance y transfiguración al tomar las riendas jarreadoras del jacarandoso caba-
llo del cante. (Manuel Ríos Ruiz).
"Paradójicamente, la Calle Nueva es sinónimo de antiguos acentos flamencos
de añejas soleras cantraoras que destilan sus patios y sus piedras, su menesteroso,
soberbio y abierto ámbito de gitano. Y he aquí uno de sus más legítimos vecinos, el
Sordera, poniendo el grito en el cielo, difundiendo ternuras y desgarros, protestas
y verdades como puños en esta nueva grabación suya. (Fernando Quiñones,
El Sordera en su calle Nueva).
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