viernes, 10 de febrero de 2012

Cante puro y con duende


FLAMENCO

Cante puro y con duende

Rancapino regala en el Circo Price cinco cantes, entre ellos un par de perlas dignas de todos los honores: las soleares y las siguiriya

ÁNGEL ÁLVAREZ CABALLERO Madrid 9 FEB 2012 - 08:50 CET

Noche de cante con duendes flamencos de gran calidad. El portador principal fue Rancapino, ese cantaor de voz siempre insuficiente, pero que la utiliza con todas las fatiguitas del alma, para transmitir el más puro arte jondo.
Arte enduendado el suyo, constantemente, aunque a veces parezca que la voz le va a fallar estrepitosamente. Anoche no llegó a ser ese el caso, pues se encontraba bien, dentro de lo que cabe, y ello le permitió regalarnos cinco cantes, entre los que hubo un par de perlas dignas de todos los honores: las soleares y las siguiriyas.
Y aún estoy por decir que fue en las siguiriyas donde brilló a mayor altura, con un acompañamiento de la guitarra de Moreno, siempre extraordinaria, que fue excepcional. Lleno de magisterio, con matices de una delicadeza increíble.
Gran cante también el de Manuel Moneo, ese raro cantaor de Jerez, al que hacía tiempo no veíamos por aquí, quizá debido a su resistencia a cantar para grandes públicos, lo que le hace restringir habitualmente su radio de acción, más o menos a zonas próximas a su domicilio. Acompañado por la guitarra extensa de su hijo Manuel El Barullo, Moneo no alcanzó el grado de duende que lograra anteriormente Rancapino, pero hizo un cante serio, denso, de enorme grandeza flamenca.
Terminó la jornada el baile de Manolete, quien realizó una vez más su larga secuencia por cantiñas, en la que aborda todas las variedades —o poco menos— del género, que desde luego domina con la autoridad de muchos años ejecutándolo.

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