sábado, 14 de enero de 2012

Rito y Geografía del Cante Flamenco - El vino y el flamenco


FLAMENCO

EL VINO EN EL FLAMENCO

escrito por Alfredo Arrebola 
 
Suena la guitarra de ANDRÉS CANSINO; cierro mis ojos, cruzo las manos y la escucho atentamente..............
L A C A Ñ A :
                                  Aquél que tenga tres viñas
                                 Y el tiempo le quite dos
                                Que se conforme con una
                                Y le dé gracias a Dios ........
Voy a recordar las palabras de un famoso e histórico enemigo del cante: Eugenio Noël, quien fue capaz de definir , a pesar de su hostilidad al flamenco, a los toros y cuanto oliera andalucismo, mejor que nadie qué es el cante. Histórica es ya su frase “ER CANTE NO CABE EN ER PAPE”. Y tenía razón Eugenio Noël, porque ¿quién es capaz de definir debidamente nuestro Cante, nuestro Baile y nuestro Toque de guitarra? Por ello, quiero hablarles más con el corazón que con conocimientos en este floreciente y próspero Jerez, Catedral del Cante, del Vino y de los Toros.
Ya he probado la primera copa, ya he roto la voz en las finas y delicadas notas de un compás ternario en el cante de la Caña:¡ qué nombre tan sencillo para un cante tan sublime! El vino, según la idea pagana, es la sustancia que, por excelencia, hace que el alma cambie; en un momento, de manera más perceptible y visible. Es el bien y el mal, la risa y el lloro, el placer y el dolor. Pocos poetas hay que no hayan cantado las bondades y exquisiteces del vino. Y qué fuerza no tendrá que la primera palabra que escribió Manuel Machado en “CANTARES” no fue otra sino “VINO”. Creo que en la mente de todos está:” Vino, sentimiento, guitarra y poesía / hacen los cantares de la tierra mía.// Cantares.../ Quien dice cantares dice Andalucía.// A la sombra fresca de la vieja parra, / un mozo moreno rasguea la guitarra...”,cfr. CANTE HONDO,1912.-

Y en los versos de Francisco Villaespesa está muy presente el concepto trascendental del vino, que desde épocas prehistóricas se ha venido cultivando:

                                 VINO DE MI ANDALUCÍA,

                                SANGRE DORADA DEL SOL;


                                VINO PARA CONSUMIRLO


                                EN LAS MISAS DEL AMOR .
Vino, quisiera yo decir, para derramarlo en las copas de la fraternidad universal que, como el Cante, se convirtiera en instrumento eficaz para unir a los hombres en esta época de odios y terrorismo:
Que lo paga Luís de Vargas.....” que nos dejó dicho el sevillano poeta, ganadero, garrochista, mago y teósofo Fernando Villalón, o como lo cantara el santanderino Gerardo Diego, quien tanto sabía - y dejó dicho - de Cante, Toros y Vino; algo tan natural en él como la Poesía.-
CANTE:
A qué tanto me consientes,
Si tú no me has de querer,
Ay, a qué tanto me consientes.
Mátame ya de una vez,
Que yo te perdono la muerte,
Ay, a vivir y a padecer
(MALAGUEÑA DE CHACÓN).
Después de haberme llevao
Toa una noche de jarana;
Me vengo a purificar
Debajo de tu ventana
Como si fuera un altar
(RONDEÑA ).- 
todo esto, ¿por qué? Porque el vino, señores, es un don maravilloso de la divinidad, un producto no sólo de fuerza física, sino también de inteligencia. El labrador se conforta, después del esfuerzo diario, con buenos tragos, el negociante termina sus tratos con unas copas, el poeta busca inspiración en él. El anciano se siente rejuvenecer si humedece sus labios con un poco de vino generoso y los ardores de la juventud crecen, a poco que consuma. El poeta Horacio nos dice que las virtudes austeras del viejo Catón recibían un gran esfuerzo cuando aquel ceñudo personaje bebía algo de su jarrilla ( Narrador et prisco Catones /saete mero caliese virtud, Odas III,21). No exagero si afirmo que el vino en este poeta latino tiene la extensión e importancia para componer una buena conferencia.
Es verdad también que el vino, tomado en exceso, produce, en primer lugar, una locuacidad desbordada, una alegría estrepitosa, y cierta tendencia a la procacidad. Aristófanes en “Las ranas” nos presenta a Dionysos como ejemplo de lo que produce la prolongación de la embriaguez: el dios se nos muestra cobarde, lujurioso, abotargado, con vientre enorme, diciendo y haciendo bufonadas. Pero existe, asimismo, otro estado de la embriaguez. El vino, bebido en cantidad mayor, produce cóleras horrendas, delirios, locuras, pasiones de una violencia irrefrenable. El Dionysos terrorífico de “Las Bacantes”, de Eurìpides, es, en parte, el símbolo de aquella violencia. Es el dios que parece dominar en las situaciones trágicas. No olviden que la tragedia clásica es, también, un elemento importantísimo del ritual dionisiaco dentro de Atenas. Dionysos, ciego, lanza a los hombres a realizar actos incomprensibles, y de una grandeza augusta sin embargo, como ha dicho Julio Caro Baroja en “Etnología andaluza”,pág. 293.Málaga,1993.
El vino es el graduador o el modificador más activo del alma. ¿Pueden brindarse argumentos históricos y filosóficos más poderosos, en favor y defensa de la deliciosa bebida custodiada en las viejas y celebérrimas bodegas que hay en Jerez de la Frontera?.
Tierra mora, tierra santa,
tierra de vino y barro,
tierra de sol y gracia,
tierra de cante gitano”
A Chipiona por uvas
por caracoles a Gibraltar,
por manzanilla a Sanlúcar
y a Cái yo me voy por sal.
Comienza el llanto de la guitarra por Peteneras:
Vino de mi Andalucía,
Sangre dorada del sol;
Vino para consumirlo
En las misas del amor
Qué bonito está un parral
Con los racimos colgando;
Más bonita está una niña
De catorce a quince años .
Dos perros que iban corriendo
Por la calle Dos Aceras,
Se “quearon” paraítos
Al oír una Petenera .
Federico Nietzche escribió “El origen de la tragedia” ; en él señala la oposición existente entre el arte desprovisto de formas, inspirado en estado de frenesí, de embriaguez, de éxtasis, el arte multitudinario y violento, en esencia temporal, y el arte plástico, el arte especial, que da lugar a imágenes serenas y plácidas. El primero es el arte dionisíaco, el segundo el arte apolíneo. Pues bien, en sociedades del Mediterráneo ambos llegan a fundirse, a equilibrarse, de modo paralelo a como en la región pagana los dioses se “ reconcilian”.
Apolo, el dios solar, es símbolo también de esta tierra andaluza; las reliquias que nos hablan de su culto - afirma Caro Baroja - no han sido tan conocidas como aquellas referentes al culto dionisíaco. Apolo es el dios de la medida y de la claridad, el que puede corregir los excesos extáticos. La experiencia me ha enseñado que nadie puede decir que el vino andaluz, bebido por andaluces, produzca estados de frenesí colectivo. En otros países de Europa - Alemania, Holanda, Suecia, etc. - podemos ver a la juventud, con motivo de una fiesta dada, lanzarse a una especie de bacanal, durante la que el individuo se funde con otros de su misma edad y pierde su personalidad. Pero en Andalucía, por lo general, no se da esto, sino que aquí se alcanza más bien mediante unas copas, en la misma medida que sucede con las reuniones flamencas.
En nuestra tierra se ha llegado a una rara habilidad, a un arte exquisito, no sólo al elaborar sino también al beber el vino. En este campo de Jerez, Puerto de Santas María, Sanlúcar de Barrameda, Chipiona, Puerto Real, Chiclana ,etc.... y Lucena, Montilla, Puente Genil, el vino de estos famosos pagos, que es como la quinta esencia del andalucismo, ha adquirido el mayor grado de prestigio que puede alcanzar un vino en el mundo.
Richard Ford (1846) dejó escrito: “... provinciano en todo, el español toma los bienes tal como los dioses se los envíen, como los tienen a mano; bebe el vino que se produce en la viña más cercana, y, si no lo hay, se regodea con el agua de la fuente que quede menos lejos”. Richard Ford fue uno de esos viajeros extranjeros que patearon España a lo largo del siglo XIX, creando un género literario que apenas se había cultivado en España. “El del viaje por España”. Todos estos viajeros - Ford, Davallier, Borrow,Louis Teste, W. Irving, etc... nos dejaron muchas anotaciones sobre los vinos, los bailes, cantes y comidas. Es cierto que muchas cosas han cambiado, pero no lo fundamental, lo esencial, que constituye el meollo del hombre español con sus vinos y sus comidas Esos viajeros, salvo excepciones raras, observaron a los españoles del siglo XIX con objetiva simpatía y algunos con auténtico enamoramiento. Abordan los temas críticos con notable pudor y muchas precauciones que las que se adoptan en tales circunstancias o se adoptan, en la misma época, los que visitaban Italia y escribían sobre ella. El punto que sorprende más a los viajeros extranjeros, en el tema que nos ocupa, es la “indiferencia” del español por sus propios vinos. En efecto, afirma Xavier Domingo en su libro “El vino trago a trago”- en vano buscaríamos en la literaria descriptiva española de la misma época, por ejemplo, los vinos de Jerez y su comarca, como los que escribieron Richard y el Barón de Davilliers, que siguen siendo válidos, consultables, textos de referencia.
Me parece que aquí debería hablar más la voz de la experiencia que la imaginación y buena voluntad, y, como Cantaor, podría preguntar: ¿Qué sería del flamenco sin el vino generoso y hermanador de Andalucía? Es natural que todos ustedes estén pensando que yo, Cantaor flamenco, habré participado en muchísimas reuniones, cuyo marco ha sido una bodega. Pues, a la verdad, que no han sido muchas veces, pero sí las suficientes para captar y comprender qué sentido tiene la relación “VINO Y CANTE”; tampoco he sido, ni soy, gran bebedor, sino más bien un buen y fino degustador de las excelencias de nuestros dorados vinos andaluces. Y desde siempre he creído que el cante sin el vino quedaría perdidamente huérfano, falto de esa musa inspiradora que es el “Fino”. Porque el vino, aparte de otras virtudes, despierta simpatía, produce respeto, emana prestigio y todos sentimos un fuerte aprecio, prendas o cualidades que sólo pueden encontrar parangón en la perspectiva que ofrece nuestro Cante Jondo. Es, sencillamente, el aprecio y valoración que hacemos de un producto natural: ambos se mineralizan de la misma tierra, ambos se oxigenan en la misma atmósfera, ambos se conforman a los mismos paladares que, por sencillos y naturales, también son universales, como lo es el “ser andaluz. Y tal es así que nadie podría negarme que resulta imposible asociar a otras tierras y a otros abrigos tanto este”fino vino”como nuestro “cante jondo”.
Si el sol es la fuente de la vida, nos ha dejado dicho un escritor andaluz, la madre Naturaleza ha querido dotar a su vino, por excelencia, el color del sol, radiante en la copa; es oro puro que irradia felicidad. Una vez más, la sonanta me está invitando para decir, expresar y, sobre todo, sentir y llorar con ella, con la “columna vertebral” del Cante: L A S O L E A.
Se hundió la Babilonia / porque le faltó el cimiento; / nuestro querer no se acaba / aunque el firmamento.- // A ti te tenía que faltar / por lo maligna que has sido, / la salud y la libertad.
// Moreno pintan a Cristo, / morena a la Magdalena; // más morenita es la Virgen / de Consolación de Utrera.- // Correo de Vélez, / se espantaron las mulillas / se me perdieron los papeles.- // Yo te tengo que querer, / como quiere un sevillano / al Cristo del Gran Poder . ( SOLEARES APOLAS ).-
Si el sentimiento es la fuerza motriz de las aspiraciones, ninguna expresión humana más caliente, más sincera, más reveladora de un sentimiento que este nuestro tan acertadamente sustantivado - no adjetivado - de”JONDO”
Es conocido de todos que Andalucía ha sido siempre la tierra de la amistad y que en ella se dio el abrazo de todas las culturas y civilizaciones, tanto en un presente intemporal, como en presente inagotable. Y fue precisamente en Andalucía donde se produjo el ecumenismo de las tres religiones y culturas: judía, musulmana y cristiana; y en la mente de una cultura media está bien claro que cristianos, judíos y musulmanes dialogaron con el vino criado en las campiñas andaluzas. Por lo que es algo histórico que este vino nuestro no tiene mejor apellido que el de la amistad: “AMIGO Y VINO, EL MAS ANTIGUO”,enseña el refranero tradicional.
Un cantaor cualquiera está preparado para afirmar rotundamente: un vino puro, sin trucos de laboratorio, es el vino que mejor le va a un cante puro, sentimental y natural, que no sabe de técnicas de conservatorio ni de alardes de galería, ni de ninguna otra mezcla sino la ortodoxa, es decir, para el cante de verdad sólo hay un vino: “ el de la verdad”.
El poeta granadino Federico García Lorca nos describe el cante por seguiriyas como un “silencio ondulado, un silencio donde resbalan valles y ecos y que inclina las frentes hacia el suelo”. ¡Ay! Como un arco de viola / el grito ha hecho vibrar / largas cuerdas del viento. // ¡Ay! ,cfr. O. Completas. Poema del Cante Jondo, pág. 159.-
“Este vino - escribe Manuel María López Alejandre en “ Vinos del”.Córdoba,1995 - es el sol que a su paso hasta la copa ha destilado en la Campiña, mar de verdes pámpanos, el lirio y la amapola; la flor del almendro y la fresa del ciruelo. Esencia de todas las flores campesinas han llegado al racimo para brindarnos en la copa su embriagador aroma. Vino de sabor seco como el cante de esta tierra...... seca”, como también lo diría García:” Tierra seca, / tierra quieta / de noches inmensas “,cfr.Op. Cit. Pág. 167.-
Alegría en la copa y en el cante con aroma de flores de sierra y de campiña; equilibrio, compás, ángel y duende en la voz austera del cantaor. El cante nace en el pecho, se hace voz y conforma su sonido definitivamente en una caja de resonancia. En el flamenco se producen las voces de la mina, del campo abierto, voces marineras de Huelva, salineras de Cádiz. Cada voz es distinta, según el ámbito en que se produce. En la misma medida, muchas tierras dan vino, pero cada vino tiene calidades diferentes como las tierras que lo paren. Cada espacio andaluz tiene su vino, su voz y su cante. El cante, como el vino, se mineraliza hincado en la tierra. ¿No dijo don José Ortega y Gasset - cfr. “Teoría de Andalucía”.Rev. Occidente, 1927 - de este hombre andaluz que tiene “ ideal vegetativo”? El hombre, el vino y el cante, las mónadas del universo, o el fin último.
El vino es símbolo, más aún, materia viva de Dios hecho Hombre por la consagración en la Misa. Ya sólo me gustaría decir que si no ha bebido usted todo el vino que la vida le ha asignado, acompañe a un buen cante con una copa de estos buenos y ricos vinos jerezanos, que se pueden convertir en la misma sangre de Jesucristo. El vino es, pues, símbolo de la vida y ,¿ qué no es el Cante Jondo, sino jirones de la vida, jirones del alma en la voz tronchada, rota y enfebrecida del cantaor dominado por el duende?
Me gustaría poner fin a estas palabras recordando al poeta gaditano Don José María Pemán, que supo resumir toda la filosofía del andaluz delante de una copa de vino, sorbito a sorbito, sin correr; media botella de Fino, entre tres amigos, debe durar el mismo tiempo que la lidia de un toro en la plaza: el vino es para disfrutarlo, para saborearlo, no para tragarlo y menos para emborracharse. ¡Qué bien lo dijo Pemán!: 
                  BEBER ES TODO MEDIDA.


                        ALEGRAR EL CORAZÓN


                        Y SIN PERDER LA RAZÓN


                        DARLE RAZÓN A LA VIDA .-


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