jueves, 26 de enero de 2012

¿Estamos en el buen camino?




FLAMENCO

¿Estamos en el buen camino?

Manuel Bohórquez


Es muy probable que de aquí a unos cinco años se pueda reescribir la historia del cante flamenco, aunque últimamente se vienen aportando innumerables datos sobre los pioneros de lo jondo que nos permiten ver con claridad cómo, cuándo y dónde nació este arte. Aunque algunos discutan la importancia de biografiar a artistas históricos como el Planeta, el Fillo, Curro Durse, Manuel Molina, el Loco Mateo, Tomás el Nitri, Juan Breva o el Canario de Álora, lo cierto es que en ellos está la clave de todo. Ya demostramos el pasado año que el Planeta pasó en Málaga los últimos veinticinco años de su vida. Y eso debe hacernos reflexionar sobre su importancia o no como cantaor de flamenco, porque no hay memoria de su cante en la ciudad malagueña. Lo único que se conoce de él es una seguiriya, A la luna le pío, que no es sino la Toná del entierro, que se cantaba en Málaga en la primera mitad del XIX. A la luna le pío, la del alto cielo. Cómo le pío, que me saque a mi pare de donde está metío, que verlo camelo. Esta antigua copla siempre se había entendido como una petición del autor a la luna para que sacara a su padre de la cárcel, pero también puede ser para que lo sacara del ataúd. Parece ser que el Planeta cantaba en Málaga la toná del entierro, que era un cante de funeral. Si a Serafín Estébanez Calderón no le da por escribir sobre aquella fiesta trianera de 1838, y alguna que otra cita en la prensa de la época, el nombre de este mítico cantaor no hubiera trascendido hasta nuestros días, como no trascendieron los de muchos otros. Porque cuesta creer que en aquellos años no hubiera otros cantaores. De hecho, Tobalo el de Ronda ya cantó en Cádiz en 1812, al público, cuando el Fillo tenía solo cuatro años. Con el Fillo ocurre más o menos lo mismo. Si se confirma que era Antonio Ortega Heredia, como quiere demostrar Luis Javier Vázquez, se sabe que vivió casi treinta años en Triana, desde 1828 hasta 1854. En una época, además, en la que el género flamenco se estaba gestando. Su influencia, pues, sería fundamental para la fijación de modelos de cantes. Cantaores trianeros como Antonio Cagancho y Francisco la Perla, entre otros, alternarían con el Fillo en las fiestas y tabernas del barrio. Hay otro cantaor fundamental en la historia del cante flamenco, que fue Frasco el Colorao, al que le seguimos la pista desde hace bastante tiempo. Según Rafael Pareja, el Colorao enseñó a cantar al Fillo y a Cagancho padre, al Lebrijano viejo y a Silverio, entre otros muchos. Haría falta demostrar quién era y de dónde era, si era de Triana o de Cádiz, o si de verdad estuvo tantos años en Triana como para ser el maestro de Cagancho padre y de Silverio, entre los que había diez años de diferencia. En Frasco el Colorao puede estar la clave de muchas cosas de la historia del cante jondo y en eso andamos, en localizar al enigmático pelirrojo. Sobre todo en la clave de la conexión entre el cante de Cádiz, los Puertos y Triana, porque ahí está la madre del borrego

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