sábado, 18 de febrero de 2012

¿Hubo una época hermética en la Triana cantaora del siglo XIX?

Gitanos del XIX en plena fiesta flamenca, con pandereta incluida. Buscándose la vida

FLAMENCO

¿Hubo una época hermética en la Triana cantaora del siglo XIX?

Manolo Bohórquez

Estamos descubiendo con gran regocijo lo interesados que están los jóvenes aficionados al flamenco por todo lo relacionado con los orígenes de nuestro arte y, sobre todo, por los pioneros del cante. La Gazapera , el blog flamenco de nuestro periódico, que estos días está a punto de llegar a las 400.000 visitas, se pone a hervir cada vez que publicamos datos sobre los primeros artistas conocidos del flamenco, como cuando dimos a conocer la biografía de El Planeta o aportamos la partida de nacimiento de Silverio Franconetti.
Este viernes traemos un tema sin duda interesante: el de esa "época hermética del cante gitano" que se inventaron Ricardo Molina y Antonio Mairena, amén de Fernando el de Triana y otros tratadistas más o menos fiables, para intentar demostrar la paternidad de lo jondo.
En el barrio de Triana, que es una de las principales cunas del cante más genuino, esa época hermética no existió, al menos en el XIX. Cuando el maestro Mairena decía que "no se podía ir más allá de lo históricamente conocido", y ponía la barrera en 1860, lo decía porque jamás había investigado, dejándose llevar solo por lo que le decían viejos gitanos como Juan Talega, La Jilica o Tomás Torre, que no sabían lo celebrados que eran en la Tacita de Plata los conciertos que daban el gitano Lázaro Quintana y, sobre todo, su tío Antonio Monge El Planeta, allá por el año de 1827.
En lo que respecta al arrabal de Triana, y a pesar de las anécdotas que se cuentan sobre las rarezas de Juan el Pelao y Manuel Cagancho, los gitanos no solo no tenían muchos problemas a la hora de ser escuchados por los gachés, sino que estaban encantados de sacar unas monedas participando en fiestas particulares, en el mismo barrio o cruzando el puente de barcas. Existían muchas personas en Sevilla que se dedicaban a organizar estas fiestas flamencas para los señores en Triana, cobrándolas a precio de oro.
De esta manera, Modesto Lafuente pudo relatar en un periódico de tirada nacional, en 1841, la fiesta flamenca que le preparó el gitano Juan Rodríguez El Gallego, compadre de El Fillo, con motivo del bautizo de uno de sus muchos churumbeles, en la que pudo disfrutar con el baile de Juana Vargas Filigrana, cuñada de El Fillo, y el cante por playeras de El Canelo, "primer antifonista de la tribu", según Modesto Lafuente.
Una década más tarde fue un viajero americano, el periodista y ensayista neoyorkino Charles Wainrigth March, quien en 1852 quisoasistir a una de estas fiestas gitanas organizada, en esta ocasión, por un tal Peickler:
La gitana a veces torcía la cabeza como un pavo real; ya golpeaba el duro suelo con sus diminutos pies, como un ciervo adentrándose por la bahía; ya relinchaba como una yegua en celo; ya mahullaba como una tigresa domada o rugía como una leona burlada (...) Ni los efectos del opio ni del excitante hachís admitían comparación con el delirio que enbargaba a los andaluces en la representación de este hermoso baile tan pasional.
La fiesta flamenca la costeó el americano Peickler, pero vendió algunas entradas para que no le costara un ojo de la cara. Y le advirtió a Charles Wainrigth March contra cualquier familiaridad con las gitanas, "ya que no solo van armados los hombres que las acompañan, sino ellas mismas".
Algún día habrá que viajar en el tiempo para descubrir la verdad sobre cuándo nacieron los profesionales del arte jondo.

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